-Pues tú te hayas en tan buena disposición -dijo don Quijote-, el cielo te ayude, y pégate, que yo me aparto.
Volvió Sancho a su tarea con tanto denuedo, que ya había quitado las cortezas a muchos árboles: tal era la riguridad con que se azotaba. Y alzando una vez la voz, y dando un desaforado azote en una haya, dijo:
- ¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!
Volvió Sancho a su tarea con tanto denuedo, que ya había quitado las cortezas a muchos árboles: tal era la riguridad con que se azotaba. Y alzando una vez la voz, y dando un desaforado azote en una haya, dijo:
- ¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!
Don Quijote II, LXXI
- Villano y blando de carnes
eres Sancho, amigo mío;
¿permitirás que yo sufra
los rigores del peligro
en el que está Dulcinea
por tu poco sacrificio,
por tu flema, por pigricia,
por ti, desagradecido?
Desencíntate aquí, ahora,
zúrrate esos azoticos,
setecientos u ochocientos,
que no vivas en descuido.
- Vaya por partes señor,
vaya, señor, con más tino,
que aún estamos en ayunas,
que con los cueros en frío,
azotarse es cosa recia
más si se está mal comido.
Tenga paciencia señor,
que al cumplir lo prometido
en mi tierra llaman Sancho,
pero Sancho bien guarido.
-¿Y cuánto será el esperar?
¿Cuánto querrá cruel destino
que pene la mi señora
por los poderes malignos
de tristes encantadores
por verme tan mal servido
de escuderos perezosos,
de sanchos con poco brío?
- Y dale otra vez señor:
a su tiempo lo pedido.
- Que me alargas ese tiempo,
que mudaste a cuero fino,
de señor de Barataria,
el tuyo de campesino.
"Gratis data" es la virtud,
más lo es la del martirio,
o pagara con mi bolsa
tu sangre y tu sacrificio.
- ¿Cuánto sería, señor?
- Lo que fuera convenido.
- Por menos no los daré
que a un azote por cuartillo.
- Sea lo que dices, Sancho,
y ve cobrando los cinco
que te adeudo hasta ahora
no se los lleve el olvido.
- No los llevará señor,
no quedarán en descuido.
Mas terminar la faena
al punto ahora es preciso.
- Gran escudero eres Sancho:
me alegra verte tan listo.
- Más me verá mi señor
si al robledal me retiro:
los árboles me acompañan,
me apoyan en lo dolido:
las encinas, los castaños,
las hayas y los quejigos.
- Ay Sancho, que gran valor,
servidor el más sufrido.
- Ya me aparto, mi señor
a cumplir lo prometido:
como existe Dulcinea
cruel así será el castigo.
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