1496
La noche cayó de pronto,
la tiniebla envuelve a Juana;
estrellas de lejanía
presintieron las mañanas:
otros vientos, otras olas,
otros cielos, otras aguas.
¿Quién soñará la princesa?
¿Quién curará cuando el alba
su corazón de magnolia
sostenga sobre la escarcha?
dimecres, 31 d’octubre del 2007
En el mar. Mirando al norte
dissabte, 27 d’octubre del 2007
Sancho y don Quijote discuten de azotes
Volvió Sancho a su tarea con tanto denuedo, que ya había quitado las cortezas a muchos árboles: tal era la riguridad con que se azotaba. Y alzando una vez la voz, y dando un desaforado azote en una haya, dijo:
- ¡Aquí morirás, Sansón, y cuantos con él son!
- Villano y blando de carnes
eres Sancho, amigo mío;
¿permitirás que yo sufra
los rigores del peligro
en el que está Dulcinea
por tu poco sacrificio,
por tu flema, por pigricia,
por ti, desagradecido?
Desencíntate aquí, ahora,
zúrrate esos azoticos,
setecientos u ochocientos,
que no vivas en descuido.
- Vaya por partes señor,
vaya, señor, con más tino,
que aún estamos en ayunas,
que con los cueros en frío,
azotarse es cosa recia
más si se está mal comido.
Tenga paciencia señor,
que al cumplir lo prometido
en mi tierra llaman Sancho,
pero Sancho bien guarido.
-¿Y cuánto será el esperar?
¿Cuánto querrá cruel destino
que pene la mi señora
por los poderes malignos
de tristes encantadores
por verme tan mal servido
de escuderos perezosos,
de sanchos con poco brío?
- Y dale otra vez señor:
a su tiempo lo pedido.
- Que me alargas ese tiempo,
que mudaste a cuero fino,
de señor de Barataria,
el tuyo de campesino.
"Gratis data" es la virtud,
más lo es la del martirio,
o pagara con mi bolsa
tu sangre y tu sacrificio.
- ¿Cuánto sería, señor?
- Lo que fuera convenido.
- Por menos no los daré
que a un azote por cuartillo.
- Sea lo que dices, Sancho,
y ve cobrando los cinco
que te adeudo hasta ahora
no se los lleve el olvido.
- No los llevará señor,
no quedarán en descuido.
Mas terminar la faena
al punto ahora es preciso.
- Gran escudero eres Sancho:
me alegra verte tan listo.
- Más me verá mi señor
si al robledal me retiro:
los árboles me acompañan,
me apoyan en lo dolido:
las encinas, los castaños,
las hayas y los quejigos.
- Ay Sancho, que gran valor,
servidor el más sufrido.
- Ya me aparto, mi señor
a cumplir lo prometido:
como existe Dulcinea
cruel así será el castigo.
Mio Cid que salís de Burgos
Exien lo ver mugieres e varones,
burgeses e burgesas por las finiestras sone...
Mio Cid que salís de Burgos
al destierro con tus hombres,
¡quién pudiera acompañaros,
sosteneros los pendones,
cabalgar siendo uno más
de los recios infanzones
que graves miran la tarde
y el sol que lejos se pone,
y el cielo gris de Castilla,
el invierno y sus colores!
¡Llevadme, Mio Cid con vos!
¡Os lo ruego con el core!
¿Qué me esperará aquí en Burgos,
en esta ciudad de nobles
cuando vos seáis exido,
cuando ya por fin se borre
la parva sombra del polvo
por los caminos de bronce?
¿Horas de mullidas siestas?
¿De maitines y loores?
¿De risas, juegos y danzas,
de fiestas, quizás de amores?
Para otros sea esa vida,
y para mí los dolores
del destierro, de las hambres,
del frío, de los sudores,
de ser proscrito del rey
y de hacerme con vos hombre.
dimarts, 23 d’octubre del 2007
La glosa del Valdovinos
- Un amigo y discreto -respondió don Quijote- era de parecer que no se había de cansar nadie en glosar versos, y la razón, decía él, era que jamás la glosa podía llegar al texto, y que muchas o las más veces iba la glosa fuera de la intención y propósito de lo que pedía lo que se glosaba [...]. Don Quijote, II, XIX
"Señora, la mi señora,
de la alhama sois venida,
hija de príncipe moro
y de cristiana cautiva.
Nacierais para princesa
en cuna de maravilla:
dejasteis la vuestra raza
y las torres de Sevilla
por la grupa de un caballo,
por esta tan mala vida,
que nos trae de loma en loma
y de una villa a otra villa.
¿Olvidarais vuestra estirpe?
¿Olvidasteis ya la orilla
de dulce Guadalquivir
de las aguas donde brilla
el oro de una tal torre
que fama tiene garrida?"
"No lo olvidé, mi señor,
no lo olvidé, la mi vida,
que en bronce no me forjaron,
que en piedra no sea esculpida:
si es de noche ya entre sueños;
que en ensueños, si es de día,
me vienen a visitar,
se me ponen a la vista
dentro deste corazón
las luces de la mezquita,
las que brillan por las tardes
con la postrer luz del día,
oyendo voces de almuédano
y, en las torres, las vigías
escucho a las madrugadas
y gritaban sus consignas.
En un jardín de arrallanes
las mañanas se me pintan
que cortabamos las rosas,
hora de la amanecida;
mis dos hermanas mayores
y la otra, pequeñita,
me acechan como entre sombras
y las vea doloridas,
llorando por las alcobas,
ca de Sevilla sea exida.
¿Vivirá mi anciano padre?
¿Y mi madre tan querida?
¿Los matara ya la pena
por mí desaparecida?
El corazón se desgarra,
se abre en dolor y agonía,
añorando ahora mi patria,
y amor, el de la familia."
"Si tanto sufres mi mora,
¿no a Sevilla volverías?"
"Volviera, maguer ya muerta,
entonces yo volvería:
aliento así que me quede,
así que sienta la herida
que me abrasa las entrañas,
la que tú encendiste un día,
no abandone tu costado,
siempre me tengas erguida
a la grupa, en tu caballo;
y si el caballo moría,
a tu lado, pie en la tierra,
de amor venga a ser perdida.
Vos, mi señor Valdovinos,
¿a Francia no tornarías?
¿No suspiráis por la patria?
¿No suspiráis por la amiga
que abandonarais, cuitada,
que añora vuestra venida?"
"A la patria yo tornara
si encontrara la salida
de este dulce laberinto,
de selva esta tan tupida
en que destino me echara
por penitencia florida,
por el pecado de amores
que es la vuestra compañía.
Si ruta tomo de Francia,
termino en la morería."
"Y yo si la de la alhama
en la Francia me vería.
Por amores me tornara
cristiana si yo podía."
"Yo por los vuestros, señora,
a Mahoma serviría."
dilluns, 22 d’octubre del 2007
PÁRMENO a SEMPRONIO (Celestina VIII)
En casa llena,
presto se adereça cena;
en la polida
así preparan comida.
Huelga, hermano;
olvidemos rencor vano.
De Celestina,
bien tomemos la cocina.
Se vaya allá,
que de nada faltará:
para el camino,
santo, de Monviedro, el vino;
pares de pollos,
de pan blanco, dos mil bollos,
y de tocino,
un pernil nada malino;
tórtolas, tres
o cuatro. Sin duda ves
no falta nada
en la despensa abastada
de nuestro amo.
Ya deprisa, como gamo
hasta la casa
iremos, que presto pasa
de holgar la hora:
nos espera la señora
(no hablo de Elicia,
no lo tomes por malicia;
de Areusa sí,
que es como miel para mí).
Nuestro deber,
ver al mundo perecer.
PÁRMENO de AREUSA (Celestina VIII)
(sonetillo al modo de Shakespeare)
¡Oh! Plazer tan singular,
singular alegría,
poder cada día folgar,
con la mozuela mía.
No me olvidaré jamás
de mi madre, la vieja:
día y día, más y más
mi plazer apareja.
Sí, me voy, la mi señora,
que me voy bien forzado:
presta ya venga la hora
de cogerse el ganado.
Antes que pase a fatal
torne a sanaros el mal.
La infanta Juana de Trastámara mira a Granada
1491
A la sombra de Granada
a la sombra la princesa
espera y sueña olvidada,
esperan dedos y cuerdas.
- ¿Por qué calla, que no canta?
¿Qué tendrá Juana, qué piensa,
que en sus ojos, frío esmalte,
una sombra se aposenta?
-¿Piensa en el Moro y la Alhambra,
en Granada que la espera?
- ¿En las orillas del Turia,
en la gloria de Valencia
y los campos de naranjos
y en el sol de primavera?
- ¿Añoras ancha Castilla,
de Adaja gentil ribera,
torres altas las de Arévalo,
caricias las de tu abuela?
-Todo y nada... Nada, nada.
Dejadme sola en la espera;
olvidadme aquí sentada
y el mundo de mí no sepa.